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SITIO WEB DE SALUD Y CALIDAD DE VIDA DE LA ASOCIACIÓN COOPERADORA DEL CENTRO DE SALUD “LEONOR NATALI DE CAPPELLI”
El hospitalito en sus distintas épocas
Publicado Mayo 2019
DESAYUNO CON LOS RECUERDOS DE HOY
Por Douglas Javier León
White no se para sobre los recuerdos. Aquí se da otro fenómeno— a White lo sostiene su historia; que es algo que está por encima, al menos en la valoración de quienes lo protagonizaron. Ana Colalongo de Cendali, “Coca”, y Conrado De Lucia desayunaron junto a integrantes de la cooperadora del hospitalito. El White de varias décadas atrás volvió a moverse en las mentes de estos vecinos. Ese universo está en sus palabras.
Participan también Alejandra Cendali, Adriana Olivo, Miguel Ángel Ramírez, Cristina Artigue, Hilda “Chacha” Desideri y Gloria Sayas. Fue testigo y se portó muy bien durante dos horas, Maia León Suárez.
PARTE 1
Miguel Ángel— ¿De quién fue la iniciativa para tener el hospital en White?
Coca— Antes, en las reuniones que a la mañana se tenían en el pueblo, los
temas no surgían del televisor sobre lo que ocurre mundialmente, sino que
se referían a lo que nos pasaba a nosotros, a lo más cotidiano, a nuestras
necesidades. Decíamos, por ejemplo, que a la noche alguien se había
descompuesto y no sabían qué hacer ni a dónde llevarlo, o que había un
solo médico pero muy lejos, como Achinelli. Creo que esos fueron los
primeros pasos del hospitalito, no encontrar inmediata asistencia.
Miguel Ángel— ¿Fueron exclusivamente mujeres?
Coca— Claro. Venía la partera. Antes nacíamos en domicilios. Luego se
formó un sanatorio privado frente a la Iglesia…
Conrado— Ahí nació mi mamá en 1911. Iba a lo de mi Nonna y mi mamá
me decía “Aquí nací yo”.
Coca— En los domicilios ya no se realizaban partos porque había que
tener otro tipo de asistencia. Entonces la gente iba a tener familia al
Penna… pero había que buscar ir al Penna (expresa Coca,
apesadumbrada). La mitad nacía en el camino, en caminos de tierra por
El Saladero, que era por donde se cortaba camino.
Javier— Imagino un White que planteaba desafíos cotidianos, como el
pueblo de la familia Ingals (risas).
Coca— Tampoco era que no sabíamos lo que pasaba en el mundo. Se leía La Nueva Provincia y La Nación.
Conrado— Juancito, el canillita, vendía 800 ejemplares de La Nueva Provincia por día.
Coca— Había un centro cultural muy grande.
Adriana— El problema es que no había dónde asistir a las personas cuando tenían un problema.
Miguel Ángel— White fue una gran unión de familias, hoy esa unión nos está costando mucho lograrlo. Yo creo que fue un grupo de mujeres a las que se les ocurrió construir un hospital y no a un político que vio esa necesidad y quiso dar una solución.
Conrado— Ah, no. Para nada. Salió de la propia gente de White.
Miguel Ángel— ¿Quiénes estaban en ese grupo? La señora de Viglio, por ejemplo.
Conrado— Yolanda M. de Viglio, que era la presidenta de la “Asociación Pro Patria”, que cada año otorgaba una medalla al soldado conscripto más distinguido. Recuerdo que recibió una el "colorado" Pellegrini, un pibe excelente.
Coca— Recuerdo en este momento a Lita Tibaldi, que vivía frente al colegio Belgrano, al María Auxiliadora. Era hermana de la enfermera de apellido Sgalla.
Alejandra— La tía de Dante
Conrado— Rina Tibaldi. Pero vos decís Nidia Panzeri de Domingo, la hermana de Iris, que es la mamá de Dante Sgalla, que también era enfermera. Vivían arriba de la ferretería de Digniani.
Coca— Antes se tomaba el apellido del esposo. Ella tenía otro apellido.
Javier— Antes del hospital, ¿había una clínica privada?
Coca— Eso era privado.
Señora peticita— Ahí trabajó mi mamá como enfermera. Enfrente a la iglesia, un sanatorio enorme. Mi mamá nos contaba que atendía mucha gente que venía de los barcos.
Javier— Habría una interacción con el puerto en materia de Salud. Llegaban enfermos pero también médicos de abordo, como Leónidas Lucero. Aunque eso haya sido mucho tiempo atrás, por 1880 (llegó al puerto de Ingeniero White en 1881). Los enfermos irían a esa clínica privada pero imagino que se necesitó tener un hospital público para que la gente no tuviese que pagar para acceder a la Salud.
Coca— No, ese sanatorio cerró. No estaban las condiciones para seguir. Entonces, cuando empezamos a funcionar, enseguida tuvimos al médico sin hacernos cargo de su sueldo porque atendía en la municipalidad. Así se fueron dando las cosas, para iniciar la construcción del edificio.
Miguel Ángel— ¿Quiénes eran esas mujeres?
Coca— Leonor Natali de Cappelli, lógicamente; las hermanas Plaza, dos Tortosa, Rafaela Rodríguez de la calle Avenente, Zulema Fernández de Santiago mamá de Rafael Emilio, Felisa Pérez Macaya de Garavis, Raquel Marconi.
Conrado— Es Raquel Radetich de Marconi, ¿no?
Coca— No, me parece que Radetich, no. Radetich era Claudina Pérez Mayo. Raquel no.
Conrado—Se trata de la señora de Juancito Marconi, que fue el chofer de la ambulancia. Amiga de mi mamá. Lo confirmo, es Radetich.
Miguel Ángel— El hermano de la señora de Ricardo Martellini.
Conrado— Claudina vivía en Mascarello, frente al sastre Forte. El hijo era Horacio Radetich, doctor en Sociología, quien falleció hace un año. Había estado unos años viviendo en Rumania porque como peronista, se tuvo que ir del país. Horacio, que fue mi compañero en el bachillerato, me dijo un par de veces que “Claudina” es un apodo: “El nombre de mi mamá es Claudia”.
Coca— Se había radicado en Méjico.
Conrado— Escribía para la revista La Araña de la Universidad Tecnológica.
Adriana— ¿Y quién les dio la ambulancia?
Coca— Ya la tenía el municipio.
Adriana— ¿Dónde atendían ustedes antes de tener el edificio?
Coca— Comenzamos a atender cuando se inauguró.
Javier— ¿Y por qué eran mujeres las que comenzaron con el hospitalito?
(Todos responden al unísono hasta que se escucha la voz de…)
Conrado— Porque son mamás.
Coca— Porque era la Comisión de Damas. Quiero decir que en todas las reuniones no faltaba la Sociedad de Fomento, que presidía Pascual Cappelli, el esposo de Leonor. También estaba Antonio Fontán, por ejemplo. Políticamente eran distintos, pero una cosa era la política y otra…
Miguel Ángel—Fontán era radical. ¿Ya nombraste a todas las mujeres de la comisión?
Coca—Si.
Conrado— Había una mujer muy linda— Zulema Cerri. (Mujeres de la mesa exclaman “Aaahhh!”)
Coca— Bueno, Zulema Cerri era la secretaria.
Conrado—Una de las primeras parteras era Juana Ñonquepan, de apellido mapuche. La partera de cuando mi mamá era chica era la señora de Domenech. Cuando nacimos mi hermana Ana María y yo, a mi mamá la atendió Marcelina de las Heras. Otra partera de esa época era la señora Diez de Baldi, que trabajaba con Marcelina. Y también estaba Regina Aletto, que fue una de las primeras en enseñar las técnicas del “parto sin dolor”, que entonces se llamaba “parto psico-profiláctico”.
Coca— Si, después las hermanas Greco.
Adriana— ¿Por qué decidieron construir el hospitalito ahí, en Lautaro y Harris?
Coca— Nos lo dio la Municipalidad.
Conrado— Era un lugar que tenía la Municipalidad, donde estaba el pozo surgente, un pozo artesiano. Ahí corría el agua todo el día, íbamos a pescar mojarritas. Por eso lo pusieron ahí.
Coca— La anécdota es que cuando sabían que estaba internada una mamá, iban señoras de la cooperadora a ordenar todo, a mantener la higiene, a tener agua hirviendo.
Conrado— Como en las películas italianas, en donde una mataba una gallina para hacerle un caldo nutritivo a la parturienta.
Miguel Ángel— Que no te falte nombrar a ninguna de esas mujeres...
Coca— Nombré a la señora de Splendiani, que el esposo era el que trabajaba en las farmacia Gullermetti.
Miguel Ángel— Claro, Domingo Splendiani.
Conrado— Domingo, con Jorgevich, el otro idóneo en farmacia.
Alejandra— También estaba la abuela de Fabiana Ungaro. También estaba una mujer con pelo morocho.
Coca— Ana Roich, directora de la escuela 15, no integraba la comisión pero se comprometía y aportaba. Cada uno ayudaba desde donde podía.
Miguel Ángel— ¿Quién llevó el proyecto a la Legislatura para que aprobaran el hospital?
Coca— Mmm (piensa Coca). A cada persona que asumía en un cargo, le pedíamos audiencia.
Conrado— Aparecía la bandada de mujeres de la comisión cooperadora del hospital (risas).
Coca— No había color político. Armábamos las carpetas con lo que teníamos, con lo que nos hacía falta, con lo que nos podían ayudar. Ministro que venía, se lo recibía. Leonor nos decía que al próximo que viniese a White, le daríamos la llave.
Javier— ¿La llave de qué?
Coca— Del hospital, porque ya no se aguantaba más tenerlo abierto. El funcionario que vino dijo— Miren, ustedes lo dicen, pero yo me voy y ustedes lo van a seguir atendiendo. Yo me voy a ir, pero voy a tratar de ayudarlas con lo que más pueda.
Miguel Ángel— ¿Cuándo comenzó a construirse, en el gobierno militar?
Coca— Recuerdo el gobierno municipal del que recibimos mucho apoyo, estaba Puente.
Conrado— Víctor M. J. Puente. Venía a la casa de mi abuela y hablaba en el patio con Leonor y Pascual, entre otras cosas, del hospital.
Coca— Quizás no sabíamos nada de lo que pasaba a nivel gubernamental, como sí sabíamos de nuestro hospital.
Conrado— Creo que empezó a construirse durante Frondizi, en el 58.
Coca— Ahora voy a confesar algo. Cuando cerró la maternidad, la señora del doctor Del Run, Nina, Blanquita Gil, dijo— traigan todo que voy a ver qué puedo hacer cuando viaje a La Plata. Y no apareció la habilitación… por lo que funcionamos sin tener habilitación (risas).
Adriana— Pecadoras (entre risas).
Coca— Debe haber estado la habilitación, no la tendríamos nosotras. Habrá estado en algún cajón (dice, con delicada picardía).
Conrado— El hospital se inauguró el 25 de mayo de 1961.
Miguel Ángel— Yo pensé que era más acá.
Javier— ¿Se sentían exentas de las críticas del pueblo?
Coca— No sentíamos las críticas. Nunca teníamos para pagar. El médico nos decía que hacía la guardia pero a la mañana teníamos que tener la plata. Íbamos al puerto y pedíamos que alguna empresa colabore con el sueldo del médico. Nos ayudó mucho la empresa que se llamó UEBE, Unión de Empresas Bahienses (de Estibaje?). Nos dio una ambulancia cero kilómetro. El camino es así; no era todo espinas, había muchas rosas.
Conrado— La primera ambulancia era una Estanciera, la puso la Municipalidad. Y antes, la que estaba era la de los bomberos, que era una camioneta reconstruida, vieja. Hasta el motor le arreglaron en el cuartel.
Coca— Si, y hacían las guardias. Un día que no teníamos médico, la enfermera que estaba dijo “esta noche no me quedo, porque si viene alguien exaltado, estoy sola”. Fuimos a hablar al cuartel y los bomberos dijeron “bueno, el que va a hacer guardia acá, lleva la ambulancia hasta el hospital y se queda allá”. El doctor Del Run dijo “yo estoy haciendo guardias, pero cualquier cosa, me llaman”. A la mañana siguiente, al chico que se quedó haciendo guardias…
Alejandra— “Mate”, “Mate” Aceituno (acota).
Coca— Claro, “Mate”. Le preguntamos “¿todo bien?” “Si si, dormí bien, no pasó nada, todo bien”.
Alejandra— Es que a veces venía gente a White, a los piringundines (risas), se lastimaban y los llevaban al hospital. Y la enfermera, sola, no se quería quedar.
Coca— Así se resolvían los problemas. Por ejemplo, para recaudar fondos nos dividíamos y recorríamos las calles pidiendo que colaboren para armar una kermese. ¿Con qué? Con lo que tenían. Una lata de arvejas, un pan de jabón, una botella de vino. En esas kermeses se tiraba del hilo por uno, dos o cinco pesos, para el “todo vale”. Tirabas del hilo y podías sacar una cucharita, una taza o una botella de vino.
Conrado— Las kermeses se hacían al aire libre, en un gran terreno que Comercial tenía sobre calle Guillermo Torres, entre Sisco y San Martín. Había un portón con el cartel de Comercial. Del otro lado, sobre la calle Mascarello, había otro gran terreno con hamacas, subibajas y toboganes. Era “la placita” Macaluse, que se llamaba así en recuerdo de un político socialista.
Coca— Si, lleno de mesas. ¡Las orquestas de Buenos Aires que venían! Las veíamos desde el patio de mi casa.
“Chacha”— Más acá estaba la Confitería Whitense.
Coca— Si, yendo para el centro. Al lado estaba la Unión Ferroviaria.
“Chacha”— Guillermo Torres era el paseo obligado, todos los domingos.
Nota del Redactor— La Parte II de este encuentro lo publicaremos en nuestra próxima edición, prevista para el Aniversario de Ingeniero White. Iremos del pasado al presente y vuelta a empezar, porque va quedando demostrado que, una manera de volver a esa realidad ensoñada, es trabajando más en conjunto, con mayor compromiso por lo que ocurre en la localidad y valorando el aporte de todos. Más que el propio hospitalito, ese ejemplo es la posta que nos han dejado aquellas mujeres. No la dejemos caer.
MATERNIDAD Y MAMOGRAFO
Coca— La crisis más grande vino cuando nos dijeron que para mantener la Maternidad, debíamos tener Neonatología y neonatólogo. Antes nos habían dicho que debíamos tener banco de sangre y lo tuvimos (todos se sorprendieron con admiración). También teníamos laboratorio y para sacar radiografías, pero después se empezó a rajar el edificio y tuvimos que demoler el consultorio de odontología y la sala de radiografías. No sé, no quiero hablar de más, pero la parte privada de la sanidad, le pone un poco el pie arriba; sin ofender a nadie, que nadie se sienta...
Conrado— Si si, es como vos decís.
Javier— Y cuando el hospital deja de prestar un servicio, suelen ser los integrantes de la cooperadora los que reciben también las quejas, sin esperar las explicaciones.
Adriana— Lo que pasa es que hay gente que no entiende o no quiere entender el concepto de cooperadora. Lo he discutido hasta con familiares que me dicen— ustedes que pueden… Y no, no podemos incidir sobre los médicos. No es como antes. Ahora, con el hospital a cargo de la Municipalidad, estamos para apoyar obras en infraestructura y sumar aparatología, siempre y cuando podamos. Y ahora lo hacemos porque nos está ayudando Dow, porque desde que está este gobierno, no hemos recibido ningún subsidio, ningún apoyo. Lo único es que mandaron un mamógrafo pero ahora falta un médico que informe, nunca es completa la cosa. Tenemos el técnico pero nadie que informe.
Javier— No hay quien interprete los resultados.
Adriana— Claro, todo nos cuesta mucho a nosotros. Por eso ahora no funciona el mamógrafo.
Javier— ¿No puede ser llevado el estudio a un médico que lo interprete posteriormente?
Alejandra— Cuando te hacés un estudio de mamas, esperas y una persona que lo analiza, que no es la técnica, decide en el momento si hay que hace un estudio más profundo o si lo que está, es suficiente. Luego uno lo lleva al ginecólogo. En este caso, falta ese profesional intermedio.
Miguel Ángel— No es como un electrocardiograma. Si notan alguna dureza empiezan a dar vueltas por todos lados hasta ver qué es. Debe hacerlo un profesional en mama para evitar errores.
Coca— Hay que saber interpretar lo que indica la máquina.
Alejandra— Muchas veces hay que ir con estudios anteriores para que el médico lo compare con el actual.