SITIO WEB DE SALUD Y CALIDAD DE VIDA DE LA ASOCIACIÓN COOPERADORA DEL CENTRO DE SALUD “LEONOR NATALI DE CAPPELLI”

La magia de sentarse a hablar un rato

Publicado Septiembre 2019

LA WHITENSE HISTORIA SIN FIN

Por Douglas Javier León

Por iniciativa de la Asociación Cooperadora “Leonor Natali de Cappelli” se llevó a cabo un desayuno

para evocar los primeros pasos del hospitalito. Esta es la segunda y última transcripción de esa

mañana, tan inolvidable como los hechos y personas que fueron mencionadas.

 

Ana Colalongo de Cendali, “Coca”, y Conrado De Lucia cabeceraron todos los centros que le fueron

tirados por Adriana Olivo, Miguel Ángel Ramírez, Cristina Artigue, Hilda “Chacha” Desideri,

Alejandra Cendali y Gloria Sayas y por mí, Douglas Javier León Font; porque en este contexto, el

apellido de mi abuelo materno, Raúl Font, whitense por adopción, tiene que estar.

 

Recordamos que fue testigo y se portó muy bien durante dos horas, Maia León Suárez.

--Javier: Si en la actualidad la atención en las Guardias de los hospitales es compleja por el grado de

violencia que allí se vive, imaginemos cómo sería en el Ingeniero White de 1900 - 1950, con vecinos y

autoridades que caminaban por la localidad armados.

 

--Adriana: De armas portar.

 

--Conrado: Con revolver.

 

--Javier: Y no lo llevaban tapado.

 

--Adriana: En el puerto y los sindicatos, era bravo.

 

--Coca: Con el cuchillo con el que cortaban las bolsas.

 

--Javier­: Esto no significa que había tiroteo en todas las esquinas.

 

--Miguel Ángel: Pocos vecinos usaban armas. La mayoría de la población estaba compuesta por inmigrantes muy trabajadores, honestos y respetuosos. Ningún ladrón. Yo iba a trabajar en bici a la fruta a las 6.30 y volvía a la 19 y la bicicleta estaba donde yo la había dejado. Nadie robaba. Esto fue así hasta la década del '70.

 

--Conrado: El profesor de letras y escritor José Gabriel "Chiche" Pupko, ya fallecido, escribió entre otros relatos sobre personajes de Ingeniero White, un duelo a revólver de José Rupp  –alias "el ruso Cara Hachada"–. que es el primer presidente de COPEL. Fue ahí detrás de mi casa, en el "Almacén del Pacífico", parapetados detrás de los eucaliptos de la estación Garro. Se agarró a tiros con otro dirigente portuario, hasta que uno de ellos dijo: "Hermano, se me terminaron las balas". "Ah, bueno, dijo Cara Hachada. Guardó el revólver y se fue para la cancha de paleta que tenía en Brown entre Mascarello y Siches. (Risas) Se tiraban un poco para ver quién era más guapo; no se tiraban a matar.

 

--Adriana: Claro, a ver quién aguantaba.

 

--Conrado: Son relatos que escribió detalladamente “Chiche” Pupko. Tiene otro sobre Cataldo, quien decía que no dormía nunca, y otro sobre Celestina Gómez, quien decía ser "la reina del mar".

 

--Adriana: El tío abuelo de Gabriel, el hermano del abuelo, trabajaba en el puerto en esa época.

 

--Conrado: ¿Quién?

 

--Adriana: De Barrenechea.

 

--Conrado: Ah, claro, sí, sí. Acá había guapos (Risas).

 

--Adriana: Yo no lo conocí.

 

--Javier: Pero no era sólo la gente. No era marginal andar por las calles de White mostrando un arma. Las autoridades también caminaban así.

 

--Conrado: Bueno, el Prefecto (Teófilo) Salustio  andaba por el pueblo con un piquete de cuatro marineros ¡armados!

 

--Miguel Ángel: Era una autoridad. Y era soltero… solterón.

 

--Conrado: Exacto, había muchos solteros (¡Apa!, dicen varios de los presentes, entre risas).

 

--Adriana: Eran inteligentes.

 

--Javier: Solterón se era a partir de cierta edad, cuando ser soltero empezaba a echar olor (entre risas).

 

--Conrado: En donde estuvo el "Hotel Juventud" –ahora en ruinas– estuvo antes el "Banco de Italia y Rio de la Plata". Allí entró a trabajar mi papá, hace noventa años en 1929. El gerente era un solterón, de apellido Olivetti como las máquinas de escribir. Solía venir una enferma mental, una señora loca, y delante del público le gritaba al gerente: "Tu sei il padre deimieiflgli!" (risas). Y mi padre me contaba que Olivetti, que era un solterón de lo más circunspecto, le comentaba: "Ha visto, signore De Lucia: sonoil padre putativo dell'infanziaabbandonata!" (risas y exclamaciones). Conrado: Ese banco fue después el hotel, y finalmente el boliche nocturno de “la Pety” Emilia Wagner, una señora alemana.

 

--Javier: Los negocios eran espacios de reunión. Me he enterado, que frente a la casa donde nací, en Belgrano y Plunkett, había un almacén de ramos generales, a principio del siglo pasado, cuyo dueño…

 

--Cristina: Chapunoff.

 

--Miguel Ángel: Biasola.

 

--Conrado: No, no. En Belgrano y Plunkett estaba Juan Marés. Se borró el apellido en White pero eran unos de los fundadores de White. El almacén de Chapunoff estaba en la esquina de Brown y Knout.

 

--Javier: Dicen que detrás del mostrador, el dueño del almacén aprendió como seis idiomas. Jugaba a las cartas con árabes, turcos y así fue conociendo para relacionarse con la gente que llegaba al puerto (todos asienten).

 

--Conrado: Claro claro. A Alfredo Dignani lo he visto hablar en inglés y en griego, en la ferretería que fundó su padre, don Alejandro Dignani. Alfredo estaba detrás del mostrador como ferretero pero había hecho el bachillerato en el Colegio Don Bosco, y ser bachiller en esa  época era salir sabiendo muchas cosas.

 

--Javier: Justamente, los colegios religiosos, católicos de la ciudad, como el Don Bosco, se crearon en respuesta a la “amenaza” que significaba la llegada de inmigrantes por el puerto de Ingeniero White con otras religiones o siendo ateos. Los curas salían por las calles a vincularse con los chicos, haciendo obras de títeres y cosas por el estilo, para atraer a los hijos de los inmigrantes.

 

--Conrado: Los ortodoxos griegos, por ejemplo.

 

--Miguel Angel: De hecho, la Capilla San José Obrero, que antes estaba al lado del Cuartel Scout de la Pilling, sobre Guillermo Torres, abajo del puente La Niña, era anglicana y estaba destinada al culto y esparcimiento de los hombres de mar.

 

­--Conrado: Tengo un evangelio anglicano que le habían regalado a mi papá en la MissiontoSeamen.Los sábados a la noche venían las señoras de los jefes ingleses del ferrocarril a bailar con los marineros (“Aaaaaahhh! Ya en esa época” comentan algunas mujeres de la mesa, entre risas). Venían a la iglesia, leían el Evangelio, y después se quedaban a las reuniones que llamaban "Sociales", en las que se bailaba, se conversaba en inglés y se hacían juegos de salón).

 

--Javier: Era una iglesia bien carismática (risas).

 

--Conrado: Ahora habría muchas fotos y vídeos, pero lamentablemente no hay más que un par de fotos de cuando el petiso Antonio Fontán hizo llevar la capilla de la Mission sobre un enorme carretón, atravesando el puente La Niña hasta ubicarla donde está ahora, en el Bulevar, consagrada a San José Obrero.

 

--Miguel Ángel: Me acuerdo de eso.

 

--Conrado: Ahora lo filmarían incluso desde Europa, pero entonces ¡quién tenía una cámara y el dinero para hacer revelar la película!

 

--Coca: El papá de Silvia.

 

--Javier: Eso era habitual. La casa de “Pipilito”, (“¡Pipiliiiito!”, exclama Conrado cuando la cara del ex pescador lo sorprende en su mente) que vive en Belgrano, entre Vélez Sársfield y Magallanes, la transportaron como por cinco cuadras y entiendo que lo hicieron sobre troncos.

 

--Conrado: El señor Borelli con sus hijos era el empresario que corría casas de lugar. Era común. Yo he visto las casas en el medio de la calle. La gente decía “¿Y esa casa?”, “Y, se la están llevando”.

 

--Alejandra: Las mudaban con la gente.

 

--Coca: Muchas historias conozco, porque mi papá vino a vivir en el año 1923 y fue a vivir en la calle Plunkett, en lo del sobrino de Danieli.

 

--Conrado: Danieli, había una señora…

 

--Coca: Doña Graciela, que era la mamá de leche de tu papá.

 

--Conrado: Claaaro. Le daba la teta a mi papá.

 

--Adriana: Se usaba mucho en esa época.

 

--Miguel Ángel: Antes había muchas amas de leche.

 

--Conrado: Claro, porque mi abuela estaba embarazada de Guido Vinicio De Lucia, el periodista de La Nueva Provincia. Entonces, como no tenía más leche, iba a lo de Grazia, a quien le decían doña Graciela.

 

--Adriana: Mi mamá le daba a mi hermana y a un nene (durante los siguientes veinte segundos todos hablaron a la vez, entusiasmados y recordando particularidades de las madres de leche, por lo que la transcripción fue imposible. La de Conrado fue la voz que volvió a ser escuchada por la mayoría …)

 

--Conrado:  ...Graciela lo ponía a mi papá en un corralito que era el cajón de madera en el que venían de Alemania dos latas cuadradas de nafta de veinte litros, que después de 1933 tenían estampada la cruz esvástica. Resulta que en la calle Magallanes vivía don Luis Achilli con su esposa Rita Tramelli, un matrimonio sin hijos, en frente de la torre de enfriamiento de la Fábrica de Hielo. “Gigio” Achilli me mostraba las latas de nafta alemanas.

 

--Javier: En Histórico Café, de Colón e Italia, están esas latas, pero creo que la cruz va en sentido contrario al de la esvástica.

 

--Alejandra: Si, porque es un símbolo egipcio de movimiento continuo.

 

--Coca: ¿Sabés de quién me acuerdo? De la que planchaba en el hospital, se llamaba Amadora.

 

--“Chacha”: Amadora, la cuñada de mi hermana

 

--Coca: ¿Vive Amadora?

 

--“Chacha”: Creo que está en el geriátrico de White.

CONCLUSIONES

--Javier: Y en estas vueltas, podemos retomar el motivo de este desayuno, que es el recuerdo de aquel primer hospitalito y su White. Creo que el mayor legado de esas mujeres pioneras no fue el edificio, sino el sentido de unidad, empuje y trabajo mancomunado de los vecinos. Esa es la posta que debemos recuperar todos los whitenses. Esa es mi conclusión. Quiero saber la de ustedes.

 

--Conrado: Qué lindo que las señoras mantengan una llamita del recuerdo de cuando White era una enorme familia, como dice Miguelito Ramírez. A uno esto le moviliza todos los recuerdos: mis tíos, mi abuela. Todo el mundo participaba. Pero ya no tenemos nada de eso. Ahora sólo nos queda la nostalgia.

 

--Miguel Ángel: Soy aficionado a la historia. Y quería que el nombre de esas mujeres que tuvieron la iniciativa del hospitalito, quedase escrito (ver Primera Parte de esta nota, publicada en la edición anterior de Revista El Hospitalito). Ahora me estoy enterando de cosas que no recordaba. Me pone muy contento porque soy amante de la historia y veo que, con todas las anécdotas que están contando, habría que hacer una nueva historia de White. Lo que extraño es la unión que tenían en aquella época, sin segundas intenciones, sin desconfianza.

 

--“Chacha”: Me emociono porque he vivido muchas cosas lindas. Antes vivía en Guillermo Torres, frente a la Superintendencia; mi papá era jefe de cambistas. Luego ganó una casa en el Barrio Obrero. Estos recuerdos me emocionan mucho. Recuerdo a mi mamá que trabajaba en el Sanatorio y cuando se quedó sin trabajo, se fue a la fábrica de bolsas del Boulevard, a la que iba con un ladrillito caliente en las manos, tapadito, para soportar el frío. Esto me emociona mucho.

 

--Cristina: Yo embelesada escuchando estas historias. Y ojalá aprendiéramos de esas mujeres que hicieron el hospitalito porque White sería distinto. Muy distinto. Porque acá no había segundas intenciones, sólo amor a lo que hacían.

 

--Adriana: Cada vez que escucho a Coca me emociono. La verdad es que me trae muchos recuerdos lindos porque yo estoy en comisiones gracias a “Chingola” Már- quez.“Chingola” me enseñó siempre…

 

--Coca: Está presente.

 

--Adriana: Me enseñó siempre lo que tengo que hacer. A mí me emociona mucho escucharla y le tengo un afecto muy especial. Es maravilloso lo que pasó hoy acá.

 

--Alejandra: Para mí, el tema del hospital… Para mí era “la tía Leonor” (Cappelli). Los recuerdos que tengo de ella son como recuerdos de familia, porque me crié con ella, con Chuchi (el abogado Adolfo), con Alicia (abogada y escribana, ya  fallecida), con Pascual (durante décadas, presidente de la Sociedad de Fomento whitense), con su esposa Leonor.

Recuerdo que se hizo una cena en Comercial a beneficio del hospital y me dolía la panza. Fue Leonor a la barra y pidió una copa de cognac y me hizo una cataplasma. Me llevó a la cocina, me hizo poner la cataplasma y seguí jugando.

Crecí en el hospitalito. El problema que tenía la institución era el problema que se charlaba en la casa: “¿El médico qué come?”, y entonces iba mi papá (Basilio Cendali) a la Termoeléctrica en donde le daban el almuerzo para el médico y la enfermera. Antes de almorzar en casa se tenía que preocupar por la comida del médico. Y eso no se vivía como una carga sino como algo cotidiano. Si mi mamá no estaba, era porque había ido al hospital; o sonaba la sirena y mi papá iba para los bomberos. La tía Leo hacía comidas a la canasta con los chicos. Tenía un árbol de almendras y lo compartía con los chicos, era la mamá Clueca y nosotros los pollitos. Esa era la infancia, la magia que se produjo esta mañana, donde uno habla y se siente en familia, porque estamos todos entrelazados y nada nos es ajeno.

 

--Gloria: Yo agradezco la presencia de Coca, de Conradito, por todas las anécdotas que yo no las tenía ni presentes ni lasconocía. Feliz porque el hospitalito es algo muy mío. Nací ahí, lo quiero. Seguiría los pasos de Coca sin ningún interés ajeno a ayudar. Con ánimo de compartir.

 

--Adriana: En la comisión sentimos que algo de ellas ha quedado porque somos muy unidos. El sentimiento de todo lo que ellas hicieron, para seguir luchando por lo que hicieron.

 

--Coca: Para estar en una institución uno debe valorar su vocación de servicio. Nunca lo he confesado, pero yo, por ejemplo, entré al hospital por cosas del destino, de Dios.

Yo perdí un bebé, siendo joven, y para emplearme en algo, mi suegra me dijo que acá en la iglesia se había conformado la Legión de María y entonces asistí a la reunión, donde se distribuyó el trabajo, donde no había dinero de por medio. A mí me tocó ir al hospital... Voy, y al ingresar veo que había nacido un bebé y no tuve palabras para hablar con la señora. Entonces, cuando volví le dije al Padre que no había cumplido como debía. El Padre me dijo que para solucionar eso, debía volver y tratar de mejorar algo para reparar, si es que yo me había arrepentido de cómo había actuado. Y sí, yo no la había saludado y no me había acercado al bebé. Entonces, justo vino Leonor y me dijo de ir al hospital y ahí me quedé en la institución. Tal es así que cuando cerró la Maternidad en el hospitalito, me sumé a la Fundación NACER, de ayuda al prematuro. Me volqué ahí con los defectos y virtudes que tenemos todos.

Yo estoy contenta y me gusta que Alejandra (su hija) sienta vocación de servicio. Lo importante es eso, encontrarnos con personas que ayudan al otro y no nos hacemos eco sólo de lo malo, porque está el bien y el mal en el mundo, y no debemos quedarnos sólo con uno de ellos.

 

Nota del redactor: Este desayuno se cerró con un extendido aplauso, con algunos ojos vidriosos y con muchas sonrisas. Sentimientos que compartimos con usted, vecino y amigo lector.

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