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Homenaje 2

Publicado Diciembre 2017

RENÉ FAVALORO: UN CORAZÓN, TODOS LOS CORAZONES

Favaloro jamás perdió oportunidad de denunciar problemas tales como la desocupación, la desigualdad, la pobreza, el armamentismo, la contaminación, la droga o la violencia.

Decía que su contribución no era personal sino el resultado de un equipo de trabajo que tenía como primer objetivo el bienestar del paciente. La técnica del bypass o cirugía de revascularización miocárdica, fue el trabajo fundamental de su carrera. Hoy se realizan entre 600 y 700 mil cirugías de ese tipo por año, solamente en los Estados Unidos.

 

“René Gerónimo Favaloro nació en 1923 en una casa humilde del barrio “El Mondongo” de La Plata. A tan sólo una cuadra se levantaba el Hospital Policlínico como presagio de un destino que no se hizo esperar. Con apenas cuatro años de edad, Favaloro comenzó a manifestar su deseo de ser doctor”, así comienza la biografía publicada por la Fundación que lleva su nombre.

 

Aquella temprana vocación se debía a su tío médico, con quien tuvo oportunidad de conocer de cerca el trabajo en el consultorio y en las visitas domiciliarias.

 

Cursó la primaria en una modesta escuela de su barrio, de pocos recursos. Después de la escuela, pasaba las tardes en el taller de carpintería de su padre ebanista. En los veranos se transformaba en un obrero más. Gracias a sus padres -su madre era una habilidosa modista- aprendió a valorar el trabajo y el esfuerzo.

 

Su abuela materna le transmitió su amor por la tierra y la emoción al ver cuando las semillas comenzaban a dar sus frutos. A ella le dedicaría su tesis del doctorado: “A mi abuela Cesárea, que me enseñó a ver belleza hasta en una pobre rama seca”.

 

En 1936, Favaloro entró al Colegio Nacional de La Plata. Allí, docentes como el bahiense Ezequiel Martínez Estrada, le infundieron principios sólidos de profunda base humanística. Más allá de los conocimientos que adquirió, incorporó y afianzó ideales como libertad, justicia, ética, respeto, búsqueda de la verdad y participación social, que había que alcanzar con pasión, esfuerzo y sacrificio.

 

Ingresó en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata, comenzó las concurrencias al Hospital Policlínico y con ellas se acrecentó su vocación al tomar contacto por primera vez con los pacientes, a los que visitaba fuera de horario.

 

En 1949, apenas recibido, se produjo una vacante para médico auxiliar en el Policlínico. Accedió al puesto en carácter interino y a los pocos meses lo llamaron para confirmarlo. Le pidieron firmar que aceptaba la doctrina del gobierno de Perón. Ese requisito resultaba humillante para alguien que luchaba por mantener en nuestro país una línea democrática, de libertad y justicia, razón por la cual incluso había tenido que soportar la cárcel en alguna oportunidad. Contestó que lo pensaría, pero en realidad sabía con claridad cuál iba a ser la respuesta.

 

A Jacinto Arauz

Por ese entonces llegó una carta de otro tío en la que explicaba que el único médico que atendía en el pueblo pampeano de Jacinto Arauz (3.500 habitantes), el doctor Dardo Rachou Vega, estaba enfermo y necesitaba viajar a Buenos Aires para su tratamiento. Favaloro concluyó que unos pocos meses transcurren rápidamente y que, mientras tanto, era posible que cambiara la situación política.

 

Llegó a Jacinto Aráuz en mayo de 1950 y rápidamente trabó amistad con el doctor Rachou. Su enfermedad resultó ser un cáncer de pulmón. Falleció unos meses más tarde. Para ese entonces Favaloro ya se había compenetrado con las alegrías y sufrimientos de esa región apartada, donde la mayoría se dedicaba a las tareas rurales.

 

Con la ayuda de los maestros, los representantes de las iglesias, los empleados de comercio y las comadronas, de a poco fueron logrando un cambio de actitud en la comunidad que permitió ir corrigiendo sus conductas. Así, lograron que casi desapareciera la mortalidad infantil de la zona, redujeron las infecciones en los partos y la desnutrición, organizaron un banco de sangre viviente con donantes que estaban disponibles cada vez que los necesitaban y realizaron charlas comunitarias en las que brindaban pautas para el cuidado de la salud. Se quedó 12 años.

 

Cleveland y el bypass

Favaloro, cada tanto, volvía a La Plata para actualizar sus conocimientos. Quedaba impactado con las

primeras intervenciones cardiovasculares. Quería participar de la revolución y no ser un mero observador.

Su destino fue la ClevelandClinic. Otra vez, el “breve” tiempo que pensaba permanecer allí terminó siendo

una década.

 

A comienzos de 1967, comenzó a pensar en la posibilidad de utilizar la vena safena en la cirugía coronaria.

Llevó a la práctica sus ideas por primera vez en mayo de ese año. Esta técnica, llamada del bypass o

cirugía de revascularización miocárdica, fue el trabajo fundamental de su carrera, lo cual hizo que su

prestigio trascendiera los límites de ese país, ya que el procedimiento cambió radicalmente la historia de

la enfermedad coronaria. Hoy en día se realizan entre 600 y 700 mil cirugías de ese tipo por año solamente

en los Estados Unidos.

 

Favaloro decía que su contribución no era personal sino el resultado de un equipo de trabajo que tenía

como primer objetivo el bienestar del paciente. Luego volvió a la Argentina donde creó la Fundación

Favaloro en 1975 y, en 1980, el Laboratorio de Investigación Básica, al que financió con dinero propio

durante un largo período: hoy es la Universidad Favaloro.

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